Cadáver.
Caer.
Conceptos que se deslizan gracias a un
tema. Un tema que puede ser atacado, viviseccionado;
un tema que muestre cada una de sus aristas hasta que caiga desnudo, fatigado.
Exquisito.
Saciar el apetito que nos deja una frase, una idea,
otro texto. Tomarlo y transformarlo, voltearlo, exprimirlo, disfrazarlo.
Y para jugar a esto, se precisan personas,
colaboradores, apropiadores, que se interrelacionen por medio de este proyecto
literario metamorfoseado en revista.
Cadáver Exquisito. Una excusa para degustar y
diseminar, una excusa gratuita para hacer literatura. Cadáver Exquisito.
Contraste y
horror
De Quincey
encontró una manera curiosa y certera de explicar cómo percibimos
el horror.
Notó que no nos percatamos de lo terrorífico o lo
demoníaco sino hasta que es interrumpido por el flujo de la vida; no
notamos de modo cabal que la naturaleza cotidiana
del devenir de la existencia ha sido trastocada y que lo terrorífico se ha apoderado de
nosotros, sino hasta el momento en que ese devenir
es interrumpido, y la vida vuelve a la normalidad.
Para dar cuenta de ello, De Quencey se valió de Shakespeare:
un pasaje de Macbeth
que lo aterraba inexplicablemente cuando era niño. En la primera escena
del acto segundo, el rey Macbeth es corroído
la culpa del crimen de Duncan; su naturaleza se ha
trastocado, lo demoníaco se ha instalado en la vida generando un espacio
intermedio, un intersticio, una interrupción.
Lo que De Quincey
destaca es que, maravillosamente, esa naturaleza del horror no es percibida
claramente por nosotros; el poeta nos ha envuelto en ese velo sin que lo
notemos. Entonces, los golpes a la puerta. Un ruido cualquiera, el más
trivial y deleznable, el del puño de un portero que llama desde fuera de
la recámara: ese sonido rompe el conjuro; la vida recomienza con el
reflujo de una catarata que regresa con todo su estrépito luego de una
interrupción antinatural. El corazón de De Quincey
vuelve del Averno y la sístole y diástole se reanudan; se sabe
que se vuelve de la oscuridad porque un destello de luz se ha manifestado de
pronto ante los ojos.
Todo conocimiento, toda conciencia, es
posible sólo gracias al contraste, a un espacio de mediación: por
oposición. Como ante la estrofa y la antistrofa de la tragedia, o ante
el esqueleto negro de un árbol contra un fondo naranja de cielo,
comprendemos las cosas negativamente, viendo lo que no son; y así como el mínimo sonido nos devuelve a la
vigilia poniéndole fin a un sueño que acaso podamos recordar, el
hecho que nos pone ante la evidencia del horror es la marca que permite el
restablecimiento de la máquina de la vida.
Toda experiencia y por tanto toda
conciencia, requiere entonces de una mediación; cuando soñamos y
sabemos que estamos soñando, el sueño ha dejado de ser
exactamente un sueño.
De Quincey
escribió que la Historia
era una disciplina que se hallaba en su infancia, y no porque el historiador
aún podía contar con infinidad de nuevos descubrimientos, sino
porque los ya existentes podían ser recombinados y reinterpretados de
variadísimas nuevas maneras. Del mismo modo la realidad es casi
infinita, como las posibilidades del horror
y como las maneras en que habremos de develarlo, para siempre encontrar
detrás de la puerta abierta, a la manera de Kafka,
una nueva serie de puertas.
Ramiro H. Vilar. Longchamps,
marzo 2007
Longchamps, agosto de 2006.
Greece under the Romans (Grecia bajo los romanos), 1842.
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